De mi casa puedo ver el volcán Pasochoa. Desde niño me gustaba subir por sus senderos. Tengo gratos recuerdos, en especial de acampadas con mis amigos.
Un día, mi amigo Pedro se disfrazó de duende e hizo asustar al resto de mis amigos que estaban tomando en la noche de la acampada.
En otra ocasión, mi amigo Daniel dirigía el camino como todo un guía profesional y se cayó por una quebrada en frente de todas nuestras miradas (nada grave, todo cómico).
Pero la útlima vez que fui con mi familia, el Pasochoa no era como lo recordaba. Los riachuelos eran diferentes, los senderos extraños. Yo también era diferente, casi un extraño al joven que allí acampaba.
La vida puede cambiar en un segundo. Disfruta cada etapa. No te aferres a nada. Crea buenos recuerdos.